jueves, 13 de agosto de 2009

AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA 2009

En el siglo XII de nuestra era, se escribió el Códice Calixtino que es una especie de guía para facilitar la llegada de los peregrinos a Santiago de Compostela, además de contener textos religiosos como liturgias y salmos. En dicho Códice, conservado actualmente en el archivo de la catedral de Santiago de Compostela, se consolida la relación de la Vía Láctea con el Camino de Santiago. Y digo consolida porque anteriormente ya se había hablado de esta relación pues se creía que la Vía Láctea era una señal divina formada por una catarata de estrellas que caía del cielo y apuntaba hacia el sepulcro de Santiago. De esta forma se encontró el supuesto sepulcro del Apostol y se creó la ciudad en el siglo IX. Fue a partir de entonces cuando comenzó la peregrinación de gente procedente de toda Europa hacia la ciudad para adorar el santo sepulcro. Volviendo al Códice, lo que se relata en él es que el propio Apostol se le apareció a Carlomagno para indicarle que siguiendo la Vía Láctea podría llegar a Santiago de Compostela.

Actualmente sabemos que esta indicación es bastante pobre. El motivo es que las estrellas que conforman el reguero de leche, al igual que el resto de estrellas del firmamento (a excepción de la estrella Polar) tienen un movimiento relativo en el cielo que las hace salir por el este y esconderse por el oeste. Además, según la estación del año, la posición de la Vía Láctea también varía, por lo que realmente no nos sirve como guía hacia Santiago. Tan solo en las mañanas de verano es cuando la Vía Láctea puede servir a los peregrinos pues tiene una orientación este-oeste (E-W). Desde el norte de España es fácil tomar la dirección oeste hacia Santiago ya que es el lado del reguero contrario al de la salida del Sol. Los peregrinos europeos, sin embargo, lo tienen más difícil ya que la dirección a tomar es la noreste-sudoeste (NE-SW), motivo de más para no fiarse de hacia dónde “apunta” la Vía Láctea. Así pues, es bastante más fiable orientarse mediante el Sol durante el día o la estrella Polar durante la noche, aunque esto no tenga un matiz religioso.

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